¿Cómo saber si tu perro te odia?
Todo aquel que comparta su día a día con un perro se habrá percatado de la enorme complejidad conductual y cognitiva de estos animales, así como de su capacidad para sentir y expresar una gran variedad de emociones. Por este motivo, es normal que, como tutor, a veces te preguntes qué pensará tu perro sobre ti.
Muchas personas humanizan y malinterpretan el comportamiento de sus perros y esto les lleva a afirmar que sus animales sienten odio hacia ellos, pero lo cierto es que los perros no “odian” a otros individuos o, al menos, no de la misma forma en que lo hacemos los seres humanos. El grado de afecto o de rechazo que el can muestre ante su tutor dependerá tanto del tipo de relación que establezcan como de las experiencias previas que haya vivido el perro y, en este sentido, son muchos los factores implicados. En este artículo analizamos varios aspectos que pueden perjudicar o dificultar la relación con tu perro y te damos algunas claves para lograr un mejor vínculo con tu peludo. Así, si sospechas que tu perro te “odia”, lo más probable es que alguno de los aspectos relacionados con su educación o con tu forma de comunicarte con él esté fallando. Sigue leyendo y descubre dónde está el problema para remediar esta situación, ¡no te lo pierdas!
- Te rechaza y no deja que lo manipules por falta de socialización
- Se esconde de ti o te trata diferente debido a experiencias traumáticas
- Te ignora o te ataca por normas inconsistentes o una educación basada en castigos
- Te gruñe o muestra los dientes por no saber respetarlo
- Se muestra nervioso por falta de estimulación
1. Te rechaza y no deja que lo manipules por falta de socialización
La etapa que trascurre entre las tres semanas y los tres meses de vida de un cachorro recibe el nombre de periodo sensible de socialización y se corresponde con uno de los momentos en que su sistema nervioso está más preparado para recibir nueva información, procesarla y adaptarse a ella. Durante este tiempo, el perrito debe empezar a explorar el mundo que le rodea, pues de esta forma irá aprendiendo a relacionarse con los diferentes estímulos de su entorno y se habituará a muchos de ellos.
Si el cachorro se separa demasiado pronto de su madre (antes de las ocho semanas de vida), se mantiene aislado durante el periodo de socialización o tiene muchas experiencias negativas a temprana edad, es muy probable que desarrolle algún trastorno conductual relacionado con el miedo, como fobias o síndrome de privación sensorial. Por desgracia, muchos de los perritos que esperan un hogar en las protectoras han pasado por alguno de estos escenarios, no han socializado correctamente y pueden tener verdadero miedo a las personas.
Si adoptas un perro y observas que siente rechazo hacia ti, no permite que le manipules, te rehúye o muestra señales de amenaza, esta puede ser una de las posibles causas. Por supuesto, tu perro no te odia, pero es posible que nunca se haya relacionado de manera sana con un ser humano durante su etapa sensible y sienta mucho miedo. En este caso, lo mejor que puedes hacer es contactar con un etólogo canino o un educador que trabaje con refuerzo positivo para que te asesore acerca de la mejor manera de interactuar con el perro para que, poco a poco, vaya ganando confianza en ti.
2. Se esconde de ti o te trata diferente debido a experiencias traumáticas
El aislamiento durante el periodo de socialización o la separación temprana de la madre son, sin duda, experiencias traumáticas para un perro, pero no son las únicas que puede tener. Independientemente de la edad que tenga el can o de la etapa de vida en la que se encuentre, si recibe malos tratos físicos o psicológicos por parte de un ser humano, puede desarrollar un miedo patológico hacia las personas en general o hacia aquellas con unas características similares a las que poseía el individuo que le trató mal. Es por esto que muchas veces vemos perros que muestran fuertes reacciones de pánico hacia, por ejemplo, hombres con barba, personas con palos o bastones o gente que viste ciertas prendas de ropa, mientras que no se comportan de la misma forma con otras personas.
Desgraciadamente, las perreras y protectoras están repletas de animales que han sufrido malos tratos y a los que, a veces, les cuesta más tiempo y esfuerzo adaptarse y confiar en un humano. Una vez más, debemos aclarar que en la base de sus comportamientos, incluso de la agresividad, se encuentra el miedo y no un sentimiento de odio o de rencor, por lo que lo ideal es trabajarlo con un profesional que nos ofrezca unas pautas claras de tratamiento.
3. Te ignora o te ataca por normas inconsistentes o una educación basada en castigos
Una de las causas más frecuentes de que exista una mala relación entre un perro y su tutor es la estrategia de educación que emplea este último sobre el primero. En todo hogar deben existir unas normas de convivencia, pero es importante que dichas normas sean claras, consistentes, no afecten al bienestar de ningún individuo y se enseñen siempre de manera respetuosa con el animal.
Un ejemplo muy básico es el siguiente: si una familia decide que el perro no tiene permitido subirse al sofá deberán estar todos los miembros de acuerdo y actuar de la misma forma, enseñando al can a rechazar el sofá ofreciéndole otras alternativas y reforzando estas. Si, por el contrario, algunas veces se le permite subir al sofá y otras veces se le regaña por hacerlo o cada miembro de la familia establece y aplica sus propias normas, creamos un ambiente muy impredecible para el animal, lo que puede generarle confusión y ansiedad y llevarle a desarrollar problemas de comportamiento.
De igual forma, la utilización de elementos de castigo físico como collares de ahorque, de pinchos o eléctricos, y el uso de la intimidación como método educativo afectan muy gravemente el bienestar del perro, provocándole miedo y reacciones que podrían confundirse fácilmente con el odio (mostrar señales de amenaza, agredir, ignorar órdenes, huir de nosotros, etc.).
4. Te gruñe o muestra los dientes por no saber respetarlo
El lenguaje de los perros es excepcionalmente amplio y complejo. A través de expresiones faciales, posturas corporales y vocalizaciones, los canes expresan una enorme cantidad de intenciones y emociones para comunicarse tanto con nosotros como con otros animales. Es imprescindible formarse y aprender el significado de estas señales cuando adoptamos un perro, pues la comunicación es la base de cualquier relación, incluso de aquella que se da entre especies diferentes.
Los perros aprenden muy rápido el significado de nuestros gestos, palabras y expresiones, puesto que nos observan con gran atención cada día. Sin embargo, a nosotros nos suele costar algo más entender lo que nuestro peludo nos quiere decir y, por desconocimiento, caemos en errores de interpretación. Por ejemplo, solemos pensar que si un perro mueve la cola es porque está contento, cuando la realidad es que este gesto puede tener muchas interpretaciones dependiendo del contexto y de la forma del propio movimiento.
Es importante conocer las denominadas señales de calma (bostezar, relamerse, girar la cara, etc.) y las de amenaza (gruñir, mostrar los dientes, marcar, etc.), que nos indicarán cuándo nuestro perro se siente incómodo o necesita espacio. Si respetamos estas señales y evitamos exponer a la fuerza a nuestro peludo a situaciones que no le resultan agradables, su confianza en nosotros aumentará, pues se sentirá comprendido.
5. Se muestra nervioso por falta de estimulación
Las necesidades de un perro van mucho más allá de lo meramente fisiológico y, si queremos garantizar su bienestar y establecer un verdadero vínculo con nuestro can, es imprescindible que pasemos tiempo de calidad con él y le ofrezcamos suficiente estimulación tanto física como mental. Un perro que no recibe la estimulación adecuada, puede emitir una serie de señales y desarrollar ciertos comportamientos negativos, como estereotipias (acciones repetitivas sin un fin determinado), nerviosismo, ladridos excesivos, etc. Todo ello es producto del estrés y la ansiedad provocada por no poder canalizar su energía ni estimular su mente. Por el contrario, otros canes pueden mostrarse totalmente apáticos.
Los perros son animales sociales y gregarios, necesitan relacionarse e interactuar con otros individuos y pertenecer a un grupo. Una parte fundamental de la convivencia con un perro reside en pasar tiempo juntos, realizando actividades agradables y viviendo experiencias positivas. Esto incluye los paseos, las sesiones de entrenamiento, el juego y, por supuesto, los momentos de relajación y caricias. Cuidar este aspecto permite que el can establezca un apego seguro y sano hacia nosotros y nos tenga más afecto.
Igualmente, debemos proveerle de actividades y retos que fomenten la toma de decisiones, le hagan pensar y le estimulen a nivel cognitivo. Para ello, podemos recurrir al entrenamiento de habilidades con refuerzo positivo o a la utilización de juguetes interactivos y puzles que puede resolver en solitario o con nuestra ayuda puntual. Esto y proporcionarle el ejercicio físico que le corresponda en función de su edad, tamaño, raza y estado de salud, hará que el bienestar del perro mejore y con ello también lo hará la relación con su tutor.
Dicho todo esto, si observas que te ladra, te muestra los dientes, se esconde de ti o no deja que lo acaricies, no es que tu perro te odie, es que algo no va bien y esta es su forma de transmitirlo. Por ello, debes encontrar la causa que provoca su comportamiento y tratarla para mejorar vuestro vínculo.